Las cuestiones
económicas han preocupado a muchos intelectuales a lo largo de los siglos. En
la antigua Grecia,
Aristóteles y Platón disertaron sobre los problemas relativos a la riqueza,
la propiedad
y el comercio. Durante la Edad Media predominaron las ideas de la Iglesia, se
impuso el
Derecho Canónico, que condenaba la usura (el cobro de intereses abusivos a
cambio de efectivo) y consideraba que el comercio era una actividad
inferior a la agricultura.
La economía, como
ciencia moderna independiente de la filosofía y de la política, data de la publicación de la
obra Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones
(más
conocida por el título abreviado de La riqueza de las naciones, 1776), del
filósofo y economista escocés Adam
Smith. El mercantilismo y las especulaciones de los fisiócratas precedieron a
la economía clásica de Smith y sus seguidores del siglo XIX.
A. Mercantilismo
El desarrollo de los
modernos nacionalismos a lo largo del siglo XVI desvió la atención de los pensadores de la
época hacia cómo incrementar la riqueza y el poder de los estados nacionales.
La política económica
que imperaba en aquella época, el mercantilismo, fomentaba el autoabastecimiento de las naciones. Esta
doctrina económica imperó en Inglaterra y en el resto de Europa occidental desde el siglo XVI
hasta el siglo XVIII.
Los mercantilistas
consideraban que la riqueza de una nación dependía de la cantidad de oro y plata que tuviese. Aparte de las minas de
oro y plata descubiertas por España en el continente americano, una nación sólo podía aumentar
sus reservas de estos metales preciosos vendiendo más productos a otros países de los que
compraba. El conseguir una balanza de pagos con saldo positivo implicaba que
los demás países tenían que pagar la diferencia con oro y plata.
Jean. B. Colbert (1619-1683), ministro de Luis XIV, institucionalizó la exportación de
productos franceses para crear oro y a cuyos efectos desarrolló de forma muy importante la
industria gala.
B. Fisiocracia
Esta doctrina
económica estuvo en boga en Francia durante la segunda mitad del siglo XVIII
y surgió como una reacción ante las políticas restrictivas del mercantilismo.
El fundador de la escuela, Francois Quesnay, era médico de cabecera en la
corte del rey Luis XV. Su libro más conocido, Tableau Économique (1758),
intentaba establecer los flujos de ingresos en una economía, anticipándose a
la contabilidad nacional, creada en el siglo XX. Según los fisiócratas, toda
la riqueza era generada por la agricultura; gracias al comercio, esta riqueza
pasaba de los agricultores al resto de
la sociedad. Los fisiócratas eran partidarios del libre comercio y del
laissez-faire (doctrina que defiende que los gobiernos no deben intervenir en
la economía).
C. Escuela Clásica
Como cuerpo teórico
coherente, la escuela clásica de pensamiento económico parte de los escritos de Smith, continúa con la obra de
los economistas británicos Thomas Robert Malthus y David Ricardo, y culmina
con la síntesis de John Stuart Mill, discípulo de Ricardo. Aunque fueron
frecuentes las divergencias entre los economistas desde la publicación de La
Riqueza de las Naciones (1776) de Smith hasta la de Principios de Economía
Política (1848) de Mill, los economistas pertenecientes a esta escuela
coincidían en los conceptos principales. Todos
defendían la propiedad
privada, los mercados y creían, como decía Mill, que "sólo a través del principio de la competencia tiene la
economía política una pretensión de ser ciencia". Compartían la
desconfianza de Smith hacia los gobiernos, y su fe ciega en el poder del
egoísmo y su famosa "mano invisible", que hacía posible que el
bienestar social se alcanzara mediante la búsqueda individual del interés personal. Los
clásicos tomaron de Ricardo el concepto de rendimientos decrecientes, que
afirma que a medida que se aumenta la fuerza de trabajo y el capital que se utiliza para labrar la tierra, disminuyen
los rendimientos o, como decía Ricardo, "superada cierta etapa, no muy avanzada, el progreso de la
agricultura disminuye de una forma paulatina".
El alcance de la
ciencia económica se amplió de manera considerable cuando Smith subrayó el papel del consumo sobre el de la producción.
Smith confiaba en que era posible aumentar el nivel general de vida del conjunto de la
comunidad. Defendía que era esencial permitir que los individuos intentaran alcanzar su propio
bienestar como medio para aumentar la prosperidad de toda la sociedad.
En el lado opuesto,
Malthus, en su conocido e influyente Ensayo sobre el Principio de la Población (1798), planteaba la nota
pesimista de la Escuela Clásica, al afirmar que las esperanzas de mayor prosperidad se
escollarían contra la roca de un excesivo crecimiento de la población. Según Malthus, los alimentos sólo
aumentaban adecuándose a una progresión aritmética (2-4-6-8-10, etc.), mientras que
la población se duplicaba cada generación (2-4-8-16- 32,
etc.), salvo que esta tendencia se controlara, o por la naturaleza o por la
propia prudencia de la especie. Malthus
sostenía que el control natural era "positivo": "El poder de
la población es tan superior al poder
de la tierra para permitir la subsistencia del hombre, que la muerte
prematura tiene que frenar hasta
cierto punto el crecimiento del ser humano". Este procedimiento de
frenar el crecimiento eran las
guerras, las epidemias, la peste, las plagas, los vicios humanos y las hambrunas, que se combinaban para controlar
el volumen de la población mundial y limitarlo a la oferta de alimentos.
Los Principios de
Economía Política de Mill constituyeron el centro de esta ciencia hasta
finales del siglo XIX. Aunque Mill
aceptaba las teorías de sus predecesores clásicos, confiaba más en la posibilidad de educar a la clase obrera para
que limitase su reproducción de lo que lo hacían Ricardo y Malthus. Además, Mill era un
reformista que quería gravar con fuerza las herencias, e incluso permitir que el gobierno asumiera un
mayor protagonismo a la hora de proteger a los niños y a los trabajadores. Fue muy crítico
con las prácticas que desarrollaban las empresas y favorecía la gestión cooperativa de las
fábricas por parte de los trabajadores. Mill representó un puente entre la
economía clásica del laissez-faire y el Estado de Bienestar.
Acerca de los
mercados, los economistas clásicos aceptaban la "ley de Say",
formulada por el economista francés
Jean Baptiste Say. Esta ley sostiene que el riesgo de un desempleo masivo en una economía competitiva es despreciable,
porque la oferta crea su propia demanda, limitada por la cantidad de mano de obra y los
recursos naturales disponibles para producir. Cada aumento de la producción aumenta los
salarios y los demás ingresos que se necesitan para poder comprar esa cantidad adicional producida.
D. Marxismo (algunos
autores lo ponen dentro de la Escuela Clásica)
La oposición a la
Escuela Clásica provino de los primeros autores socialistas, como el filósofo
social francés Claude Henri de Rouvroy
conde de Saint-Simon, y el utópico británico Robert Owen. Sin embargo, fue Karl Marx el autor de
las teorías económicas socialistas más importantes, manifiestas en su principal
trabajo, El Capital (3 vols., 1867-1894).
Para la perspectiva
clásica del capitalismo, el marxismo representó una seria recusación, aunque no dejaba de ser, en algunos aspectos, una
variante de la temática clásica. Por ejemplo, Marx adoptó la teoría del valor trabajo de
Ricardo. Con algunas matizaciones, Ricardo explicó que los precios eran la consecuencia de la cantidad
de trabajo que se necesitaba para producir un bien.
Ricardo formuló esta
teoría del valor para facilitar el análisis, de forma que se pudiera entender
la diversidad de precios. Para Marx,
la teoría del valor trabajo representaba la clave del modo de proceder del capitalismo, la causa de todos
los abusos y de toda la explotación generada por un sistema injusto.
Exiliado de Alemania,
Marx pasó muchos años en Londres, donde vivió gracias a la ayuda de su amigo y colaborador Friedrich Engels, y a
los ingresos derivados de sus ocasionales contribuciones en la prensa. Desarrolló su
extensa teoría en la biblioteca del Museo Británico.
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E. Escuela Neoclásica.
La economía clásica
partía del principio de escasez, como lo muestra la ley de rendimientos decrecientes y la doctrina malthusiana sobre
la población. A partir de la década de 1870, los economistas neoclásicos como William Stanley
Jevons en Gran Bretaña, Léon Walras en Suiza, y Karl Menger en Austria,
imprimieron un giro a la economía, abandonaron las limitaciones de la oferta para centrarse en la interpretación de
las preferencias de los consumidores en términos psicológicos. Al fijarse en el estudio de la
utilidad o satisfacción obtenida con la última unidad, o unidad marginal,
consumida, los neoclásicos explicaban la formación de los recios, no en función de la cantidad de trabajo necesaria
para producir los bienes, como en las teorías de Ricardo y de Marx, sino en función de la
intensidad de la preferencia de los consumidores en obtener una unidad adicional de un determinado
producto.
El economista británico
Alfred Marshall, en su obra maestra, Principios de Economía (1890), explicaba la demanda a partir del principio de
utilidad marginal, y la oferta a partir del coste marginal (coste de producir la última unidad).
En los mercados competitivos, las preferencias de los consumidores hacia los bienes más baratos
y la de los productores hacia los más caros, se ajustarían para alcanzar un nivel de
equilibrio. Ese precio de equilibrio sería aquel que hiciera coincidir la cantidad
que los compradores quieren comprar con la que los roductores desean vender.
La doctrina neoclásica
es, de forma implícita, conservadora. Los defensores de esta doctrina prefieren que operen los mercados competitivos
a que haya una intervención pública. Al menos hasta la Gran Depresión de la
década de 1930, se defendía que la mejor política era la que reflejaba el
pensamiento de Adam Smith: bajos impuestos, ahorro en el gasto público y
presupuestos equilibrados. A los neoclásicos no les preocupa la causa de la
riqueza, explican que la desigual
distribución de ésta y de los ingresos se debe en gran medida a los distintos
grados de inteligencia, talento, energía
y ambición de las personas. Por lo tanto, el éxito de cada individuo depende de sus características individuales, y
no de que se beneficien de ventajas excepcionales en el sentido que hablaba Marx. En las
sociedades capitalistas, la economía neoclásica es la doctrina predominante a la hora de explicar la
formación de los precios y el origen de los ingresos. De hecho la mayor parte de la
Microeconomía que se estudia hoy en las niversidades (a nivel de grado) se la
debemos principalmente a ellos.
F. Economía Keynesiana
John Maynard Keynes fue
alumno de Alfred Marshall y defensor de la economía neoclásica hasta la década de 1930. La Gran Depresión
sorprendió a economistas y políticos por igual. Los economistas siguieron defendiendo, a pesar de
la experiencia contraria, que el tiempo y la naturaleza restaurarían el crecimiento
económico si los gobiernos se abstenían de intervenir en el proceso económico. Por
desgracia, los antiguos remedios no funcionaron. En Estados Unidos, la victoria en las elecciones presidenciales de
Franklin D. Roosevelt (1932) sobre Herbert Hoover marcó el final político de las doctrinas del
laissez-faire. Se necesitaban nuevas
políticas y nuevas explicaciones, que fue lo que en ese momento proporcionó Keynes. En su ya citada Teoría
general (1936), aparecía un axioma central que puede resumirse en dos grandes afirmaciones:
(1) las teorías existentes sobre el desempleo no tenían ningún sentido; ni un nivel de precios
elevado ni unos salarios altos podían explicar la persistente depresión económica y el desempleo
generalizado; (2) por el contrario, se proponía una explicación alternativa a estos fenómenos
que giraba en torno a lo que se denominaba demanda agregada, es decir, el gasto total de
los consumidores, los inversores y las instituciones públicas. Cuando la demanda agregada es
insuficiente, decía Keynes, las ventas disminuyen y se pierden puestos de trabajo; cuando la demanda
agregada es alta y crece, la economía prospera.
A partir de estas dos
afirmaciones genéricas, surgió una poderosa teoría que permitía explicar el comportamiento económico. Esta interpretación
constituye la base de la macroeconomía contemporánea.
G. Economía Analítica
Tanto la teoría
neoclásica de los precios como la teoría keynesiana de los ingresos han sido desarrolladas de forma analítica por
matemáticos, utilizando técnicas de cálculo, álgebra lineal y otras sofisticadas técnicas de análisis
cuantitativo. En la especialidad denominada econometría se une la ciencia económica con la matemática
y la estadística. Los económetras crean modelos que vinculan cientos, a
veces miles de ecuaciones, para intentar explicar el comportamiento agregado de una economía. Los modelos
econométricos son utilizados por empresas y gobiernos como herramientas de predicción, aunque su grado
de precisión no es ni mayor ni menor que cualquier otra técnica de previsión del
futuro.
Según su propio creador,
el economista estadounidense de origen ruso Wassily Leontief, las tablas input-output "describen el flujo
de bienes y servicios entre todos los sectores industriales de una economía durante determinado
periodo". Aunque la construcción de esta tabla es muy compleja, este método ha revolucionado el
pensamiento económico. Hoy está muy extendido como método de análisis, tanto en los países socialistas
como en los capitalistas.
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