lunes, 3 de diciembre de 2012

ESCUELAS DEL PENSAMIENTO MACROECONÓMICO


Las cuestiones económicas han preocupado a muchos intelectuales a lo largo de los siglos. En la  antigua Grecia, Aristóteles y Platón disertaron sobre los problemas relativos a la riqueza, la  propiedad y el comercio. Durante la Edad Media predominaron las ideas de la Iglesia, se impuso  el Derecho Canónico, que condenaba la usura (el cobro de intereses abusivos a cambio de  efectivo) y consideraba que el comercio era una actividad inferior a la agricultura.

La economía, como ciencia moderna independiente de la filosofía y de la política, data de la  publicación de la obra Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones  (más conocida por el título abreviado de La riqueza de las naciones, 1776), del filósofo y  economista escocés Adam Smith. El mercantilismo y las especulaciones de los fisiócratas precedieron a la economía clásica de Smith y sus seguidores del siglo XIX.

A. Mercantilismo
El desarrollo de los modernos nacionalismos a lo largo del siglo XVI desvió la atención de los  pensadores de la época hacia cómo incrementar la riqueza y el poder de los estados nacionales.
La política económica que imperaba en aquella época, el mercantilismo, fomentaba el  autoabastecimiento de las naciones. Esta doctrina económica imperó en Inglaterra y en el resto  de Europa occidental desde el siglo XVI hasta el siglo XVIII.
Los mercantilistas consideraban que la riqueza de una nación dependía de la cantidad de oro y  plata que tuviese. Aparte de las minas de oro y plata descubiertas por España en el continente  americano, una nación sólo podía aumentar sus reservas de estos metales preciosos vendiendo  más productos a otros países de los que compraba. El conseguir una balanza de pagos con saldo positivo implicaba que los demás países tenían que pagar la diferencia con oro y plata.
Jean. B. Colbert (1619-1683), ministro de Luis  XIV, institucionalizó la exportación de productos franceses para crear oro y a cuyos efectos  desarrolló de forma muy importante la industria gala.

B. Fisiocracia
Esta doctrina económica estuvo en boga en Francia durante la segunda mitad del siglo XVIII y surgió como una reacción ante las políticas restrictivas del mercantilismo. El fundador de la escuela, Francois Quesnay, era médico de cabecera en la corte del rey Luis XV. Su libro más conocido, Tableau Économique (1758), intentaba establecer los flujos de ingresos en una economía, anticipándose a la contabilidad nacional, creada en el siglo XX. Según los fisiócratas, toda la riqueza era generada por la agricultura; gracias al comercio, esta riqueza pasaba de los  agricultores al resto de la sociedad. Los fisiócratas eran partidarios del libre comercio y del laissez-faire (doctrina que defiende que los gobiernos no deben intervenir en la economía).


C. Escuela Clásica
Como cuerpo teórico coherente, la escuela clásica de pensamiento económico parte de los  escritos de Smith, continúa con la obra de los economistas británicos Thomas Robert Malthus y David Ricardo, y culmina con la síntesis de John Stuart Mill, discípulo de Ricardo. Aunque fueron frecuentes las divergencias entre los economistas desde la publicación de La Riqueza de las Naciones (1776) de Smith hasta la de Principios de Economía Política (1848) de Mill, los economistas pertenecientes a esta escuela coincidían en los conceptos principales. Todos
defendían la propiedad privada, los mercados y creían, como decía Mill, que "sólo a través del  principio de la competencia tiene la economía política una pretensión de ser ciencia". Compartían la desconfianza de Smith hacia los gobiernos, y su fe ciega en el poder del egoísmo y su famosa "mano invisible", que hacía posible que el bienestar social se alcanzara mediante la búsqueda  individual del interés personal. Los clásicos tomaron de Ricardo el concepto de rendimientos decrecientes, que afirma que a medida que se aumenta la fuerza de trabajo y el capital que se  utiliza para labrar la tierra, disminuyen los rendimientos o, como decía Ricardo, "superada cierta  etapa, no muy avanzada, el progreso de la agricultura disminuye de una forma paulatina".

El alcance de la ciencia económica se amplió de manera considerable cuando Smith subrayó el  papel del consumo sobre el de la producción. Smith confiaba en que era posible aumentar el nivel  general de vida del conjunto de la comunidad. Defendía que era esencial permitir que los  individuos intentaran alcanzar su propio bienestar como medio para aumentar la prosperidad de  toda la sociedad.

En el lado opuesto, Malthus, en su conocido e influyente Ensayo sobre el Principio de la  Población (1798), planteaba la nota pesimista de la Escuela Clásica, al afirmar que las   esperanzas de mayor prosperidad se escollarían contra la roca de un excesivo crecimiento de la  población. Según Malthus, los alimentos sólo aumentaban adecuándose a una progresión   aritmética (2-4-6-8-10, etc.), mientras que la población se duplicaba cada generación (2-4-8-16- 32, etc.), salvo que esta tendencia se controlara, o por la naturaleza o por la propia prudencia de la especie. Malthus sostenía que el control natural era "positivo": "El poder de la población es tan  superior al poder de la tierra para permitir la subsistencia del hombre, que la muerte prematura   tiene que frenar hasta cierto punto el crecimiento del ser humano". Este procedimiento de frenar  el crecimiento eran las guerras, las epidemias, la peste, las plagas, los vicios humanos y las  hambrunas, que se combinaban para controlar el volumen de la población mundial y limitarlo a la  oferta de alimentos.

Los Principios de Economía Política de Mill constituyeron el centro de esta ciencia hasta finales  del siglo XIX. Aunque Mill aceptaba las teorías de sus predecesores clásicos, confiaba más en la  posibilidad de educar a la clase obrera para que limitase su reproducción de lo que lo hacían  Ricardo y Malthus. Además, Mill era un reformista que quería gravar con fuerza las herencias, e  incluso permitir que el gobierno asumiera un mayor protagonismo a la hora de proteger a los  niños y a los trabajadores. Fue muy crítico con las prácticas que desarrollaban las empresas y  favorecía la gestión cooperativa de las fábricas por parte de los trabajadores. Mill representó un puente entre la economía clásica del laissez-faire y el Estado de Bienestar.

Acerca de los mercados, los economistas clásicos aceptaban la "ley de Say", formulada por el  economista francés Jean Baptiste Say. Esta ley sostiene que el riesgo de un desempleo masivo  en una economía competitiva es despreciable, porque la oferta crea su propia demanda, limitada  por la cantidad de mano de obra y los recursos naturales disponibles para producir. Cada  aumento de la producción aumenta los salarios y los demás ingresos que se necesitan para poder  comprar esa cantidad adicional producida.

D. Marxismo (algunos autores lo ponen dentro de la Escuela Clásica)
La oposición a la Escuela Clásica provino de los primeros autores socialistas, como el filósofo  social francés Claude Henri de Rouvroy conde de Saint-Simon, y el utópico británico Robert  Owen. Sin embargo, fue Karl Marx el autor de las teorías económicas socialistas más  importantes, manifiestas en su principal trabajo, El Capital (3 vols., 1867-1894).

Para la perspectiva clásica del capitalismo, el marxismo representó una seria recusación, aunque  no dejaba de ser, en algunos aspectos, una variante de la temática clásica. Por ejemplo, Marx  adoptó la teoría del valor trabajo de Ricardo. Con algunas matizaciones, Ricardo explicó que los  precios eran la consecuencia de la cantidad de trabajo que se necesitaba para producir un bien.

Ricardo formuló esta teoría del valor para facilitar el análisis, de forma que se pudiera entender   la diversidad de precios. Para Marx, la teoría del valor trabajo representaba la clave del modo de  proceder del capitalismo, la causa de todos los abusos y de toda la explotación generada por un  sistema injusto.

Exiliado de Alemania, Marx pasó muchos años en Londres, donde vivió gracias a la ayuda de su  amigo y colaborador Friedrich Engels, y a los ingresos derivados de sus ocasionales  contribuciones en la prensa. Desarrolló su extensa teoría en la biblioteca del Museo Británico.


E. Escuela Neoclásica.

La economía clásica partía del principio de escasez, como lo muestra la ley de rendimientos  decrecientes y la doctrina malthusiana sobre la población. A partir de la década de 1870, los  economistas neoclásicos como William Stanley Jevons en Gran Bretaña, Léon Walras en Suiza, y Karl Menger en Austria, imprimieron un giro a la economía, abandonaron las limitaciones de la  oferta para centrarse en la interpretación de las preferencias de los consumidores en términos  psicológicos. Al fijarse en el estudio de la utilidad o satisfacción obtenida con la última unidad, o unidad marginal, consumida, los neoclásicos explicaban la formación de los  recios, no en  función de la cantidad de trabajo necesaria para producir los bienes, como en las teorías de  Ricardo y de Marx, sino en función de la intensidad de la preferencia de los consumidores en  obtener una unidad adicional de un determinado producto.

El economista británico Alfred Marshall, en su obra maestra, Principios de Economía (1890),  explicaba la demanda a partir del principio de utilidad marginal, y la oferta a partir del coste  marginal (coste de producir la última unidad). En los mercados competitivos, las preferencias de  los consumidores hacia los bienes más baratos y la de los productores hacia los más caros, se  ajustarían para alcanzar un nivel de equilibrio. Ese precio de equilibrio sería aquel que hiciera coincidir la cantidad que los compradores quieren comprar con la que los roductores desean  vender.

La doctrina neoclásica es, de forma implícita, conservadora. Los defensores de esta doctrina  prefieren que operen los mercados competitivos a que haya una intervención pública. Al menos hasta la Gran Depresión de la década de 1930, se defendía que la mejor política era la que reflejaba el pensamiento de Adam Smith: bajos impuestos, ahorro en el gasto público y presupuestos equilibrados. A los neoclásicos no les preocupa la causa de la riqueza, explican que  la desigual distribución de ésta y de los ingresos se debe en gran medida a los distintos grados de  inteligencia, talento, energía y ambición de las personas. Por lo tanto, el éxito de cada individuo  depende de sus características individuales, y no de que se beneficien de ventajas excepcionales  en el sentido que hablaba Marx. En las sociedades capitalistas, la economía neoclásica es la  doctrina predominante a la hora de explicar la formación de los precios y el origen de los  ingresos. De hecho la mayor parte de la Microeconomía que se estudia hoy en las  niversidades  (a nivel de grado) se la debemos principalmente a ellos.

F. Economía Keynesiana
John Maynard Keynes fue alumno de Alfred Marshall y defensor de la economía neoclásica  hasta la década de 1930. La Gran Depresión sorprendió a economistas y políticos por igual. Los  economistas siguieron defendiendo, a pesar de la experiencia contraria, que el tiempo y la  naturaleza restaurarían el crecimiento económico si los gobiernos se abstenían de intervenir en el proceso económico. Por desgracia, los antiguos remedios no funcionaron. En Estados Unidos, la  victoria en las elecciones presidenciales de Franklin D. Roosevelt (1932) sobre Herbert Hoover  marcó el final político de las doctrinas del laissez-faire.  Se necesitaban nuevas políticas y nuevas explicaciones, que fue lo que en ese momento  proporcionó Keynes. En su ya citada Teoría general (1936), aparecía un axioma central que  puede resumirse en dos grandes afirmaciones: (1) las teorías existentes sobre el desempleo no  tenían ningún sentido; ni un nivel de precios elevado ni unos salarios altos podían explicar la  persistente depresión económica y el desempleo generalizado; (2) por el contrario, se proponía  una explicación alternativa a estos fenómenos que giraba en torno a lo que se denominaba  demanda agregada, es decir, el gasto total de los consumidores, los inversores y las instituciones  públicas. Cuando la demanda agregada es insuficiente, decía Keynes, las ventas disminuyen y se  pierden puestos de trabajo; cuando la demanda agregada es alta y crece, la economía prospera.

A partir de estas dos afirmaciones genéricas, surgió una poderosa teoría que permitía explicar el  comportamiento económico. Esta interpretación constituye la base de la macroeconomía  contemporánea. 

G. Economía Analítica
Tanto la teoría neoclásica de los precios como la teoría keynesiana de los ingresos han sido  desarrolladas de forma analítica por matemáticos, utilizando técnicas de cálculo, álgebra lineal y  otras sofisticadas técnicas de análisis cuantitativo. En la especialidad denominada econometría  se une la ciencia económica con la matemática y la estadística. Los económetras crean modelos que vinculan cientos, a veces miles de ecuaciones, para intentar explicar el comportamiento  agregado de una economía. Los modelos econométricos son utilizados por empresas y gobiernos  como herramientas de predicción, aunque su grado de precisión no es ni mayor ni menor que  cualquier otra técnica de previsión del futuro.

Según su propio creador, el economista estadounidense de origen ruso Wassily Leontief, las  tablas input-output "describen el flujo de bienes y servicios entre todos los sectores industriales  de una economía durante determinado periodo". Aunque la construcción de esta tabla es muy  compleja, este método ha revolucionado el pensamiento económico. Hoy está muy extendido  como método de análisis, tanto en los países socialistas como en los capitalistas.


No hay comentarios:

Publicar un comentario